Un día, la diosa Así, la Luna, y su amiga Aria, la Nube rosada del crepúsculo, quisieron bajar a la tierra.
Tomaron sus formas corpóreas y descendieron en una zona de tierras rojas y bosques cuyos habitantes adoraban a Tupá, padre de Así. Mientras paseaban se les apareció un jaguar dispuesto a atacarlas. Ellas quedaron inmóviles. En ese momento se presentó un viejo indio que se enfrentó al peligroso animal y lo mató. El hombre invitó a las jóvenes a su cabaña donde, a pesar de la pobreza, su mujer preparó para las jóvenes panes con los últimos granos de maíz que le quedaban.
Las diosas quedaron maravilladas por la hermosura e inocencia de la joven hija del matrimonio, sobre todo Así quien sintió fuerte curiosidad por saber por qué los ancianos la escondían en el bosque.
Tomaron sus formas corpóreas y descendieron en una zona de tierras rojas y bosques cuyos habitantes adoraban a Tupá, padre de Así. Mientras paseaban se les apareció un jaguar dispuesto a atacarlas. Ellas quedaron inmóviles. En ese momento se presentó un viejo indio que se enfrentó al peligroso animal y lo mató. El hombre invitó a las jóvenes a su cabaña donde, a pesar de la pobreza, su mujer preparó para las jóvenes panes con los últimos granos de maíz que le quedaban.
Las diosas quedaron maravilladas por la hermosura e inocencia de la joven hija del matrimonio, sobre todo Así quien sintió fuerte curiosidad por saber por qué los ancianos la escondían en el bosque.